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Análisis del argumento

Page history last edited by Carmen Cantillo 13 years, 10 months ago

Análisis del argumento:                                                                                                                                                                                                      

 

Tras visualizar las películas se confeccionó un esquema argumental de cada una. Este esquema fue la base de las posteriores reflexiones sobre la línea narrativa, el papel de los personajes, los contextos sociales donde se desarrollaban las situaciones comunicativas, etc. Los resultados se muestran divididos en dos apartados: el relato y el discurso, por considerar que desde cada apartado se podían obtener unos mapas de significado diferentes en función de la situación social representada y de los mensajes discursivos detectados.

 

  • El relato.

 

En este apartado se han reflejado las actitudes y acciones de los personajes que reproducían estereotipos sexistas, que conforman la construcción social de un imaginario desde donde se han transmitido los modelos interpretativos del mundo y que han circulado de generación en generación.

 

El problema común a todas las historias estriba en encontrar a un hombre. La búsqueda del marido perfecto (guapo, príncipe, encantador…) atraviesa transversalmente todos los relatos y todo ello está rodeado de comportamientos estereotipados femeninos: como el miedo a perder la belleza, los celos entre mujeres, por supuesto, los modelos opuestos belleza-fealdad en los que están contenidas toda una serie de capacidades, actitudes, etc. que harán a unas poseedoras de todas las venturas y a otras de todas las desdichas. Por ejemplo, Ariel vs Úrsula, Cenicienta vs Hermanastras, Blancanieves vs Madrastra…

 

También se ha observado la utilización de la mujer como objeto de intercambio: pactando matrimonios para unificar reinos (Bella Durmiente), para continuar la fortaleza de la tribu (Pocahontas), con una fecha tope (Jasmine), o para liberar al padre prisionero (Bella), posturas todas desde las que se les concede poco poder decisorio a las mujeres, ya que lo único que pueden hacer es mostrarse sumisas, o en algunos casos aparentar una breve muestra de rebeldía ante las imposiciones paternas, para un poco más avanzado el relato, caer rendidas en los brazos del primer “ladronzuelo” que encuentren fuera de sus dominios (Jasmine).

 

Por parte de los personajes secundarios se muestra una lucha encarnecida por hacerse con el poder, aunque se observa que cuando este papel (el de la antagonista) es interpretado por mujeres suelen tener una apariencia fea y grotesca (las brujas, Úrsula,…), no así cuando son los hombres quienes hacen de “malo” (Visir, mago en Tiana…).

 

Las actuaciones de las princesas van desde una Blancanieves (la ingenua princesa asustada que disfruta limpiando) asustada y desprotegida, pasando por Cenicienta  (la princesa víctima del mobbing y sin derechos laborales) doblegada ante la autoridad de su madrastra;  Aurora (la princesa engañada) que se mantiene escondida hasta ser entregada de un modo sumiso a su príncipe; Ariel (princesa de la renuncia) que no está conforme con su aspecto y de un modo infantil y poco reflexivo prefiere mutilarse por tal de "formar parte de un hombre"; Bella (la princesa cuidadora) cuyas relaciones de pareja oscilan entre un fanfarrón machista o un maltratador maleducado; la mimada Jasmine (la princesa definida por los hombres) que se deja engatusar por un pillo; Pocahontas (¿Espíritu libre?) que para buscar su camino ha de encontrar a un hombre; Mulán (la princesa dual) que para honrar a su padre ha de tomar la apariencia masculina... hasta la última, Tiana (la princesa moldeadora), que mostrando su testarudez para alcanzar el sueño de "su padre", acaba enamorándose de un sapo que la atrae a su mundo anfibio, transformándola en batracio también.

 

En el otro lado, en el masculino, se encuentran las actuaciones de los príncipes que suelen sacar a las princesas de sus apuros, ya sean momentáneos o perennes; y que no hacen más que reafirmar una posición superior respecto a ellas, quienes sujetos pasivos se dejarán arrastrar por la figura del "macho dominante"[1].

 

En casi todas las películas se han observado relaciones de sumisión de las princesas que se ven legitimadas con sus actuaciones y con el desarrollo de la trama. Asimismo el autoritarismo por parte de los padres suele ser la tónica dominante, decidiendo el futuro de sus hijas, sin importar cuáles sean sus deseos, ya que son consideradas como objetos con los que ver resueltos sus problemas de Estado. En Tiana y el Sapo, sin embargo, aparecen someramente los padres del príncipe al final de la película, para celebrar que al fin una mujer ha conseguido "encarrilar" a su hijo calavera.

 

Analizadas las expectativas de las princesas, se observa que todas anhelan encontrar a un hombre (un príncipe apuesto) y aún en el caso de Bella que encuentra a una Bestia, hará todo lo posible por transformarlo en una persona agradable, realizándose de este modo su sueño al final de la película cuando Bestia recobra su belleza; Mulán parece que desea libertad, y aunque en un principio rechaza el matrimonio como única salida y se hace pasar por hombre, tiene que llegar un apuesto capitán del que se enamore, terminando con una escena de corte conservador en la que ella regresa a su casa a realizar las tareas femeninas y él irá a buscarla. Tiana despista un poco, pues aunque sus anhelos están puestos en un negocio (sueño de su padre), acabará con un príncipe con el que "tenga amor" (sueño de su madre).

 

En algunos casos  (Cenicienta) se observa como mujeres desaliñadas con un golpe de magia y un vestido bonito pasan a ser elegantes princesas. Esto recuerda a Pretty Woman, donde la mujer es un simple objeto (una prostituta) que se puede conseguir con dinero y a la que con caros vestidos se la convierte en dama. De este modo, se ocultan historias por el toque de Walt Disney, mostrando sólo aquella parte que interesa y "educa" (Bella Durmiente se educa en el campo y en sólo un día ha de adaptarse a ser princesa), las mujeres no opinan, ni deciden.

 

La magia siempre está presente en la realización de todos los deseos, desde la primera (Blancanieves) donde es la magia negra dañina, la que hace el mal, pasando por Cenicienta, en la que la magia torna blanca para ayudarla, Sirenita, Pocahontas, Mulán, etc., hasta Tiana, con la que otra vez vuelve a aparecer la magia negra, truncando su sueño durante una buena parte de la película. Todo esto nos hace recordar que estamos ante la moral del mínimo esfuerzo, ya que el mensaje que se transmite es que los éxitos no se consiguen con trabajo y tesón, sino gracias a la magia o a los privilegios que otorga la nobleza.

 

En casos como Aladdín se transmiten historias que vienen a potenciar la reproducción de grandes defectos morales como la mentira o el robo, y que son presentados como prototipo de los atributos masculinos "un diamante en bruto". Del mismo modo, la consecución de los éxitos se ve privilegiada por la magia o el estatus de la nobleza[2]. Y, por último, el escaso poder concedido a la mujer que seguirá manteniendo su privilegios cuando se encuentre próxima a un hombre, necesitando de la protección de éste para "no ser maltratada"[3].

 

  • El discurso.

    

Partiendo de la concepción del lenguaje como productor o reproductor de las relaciones de poder en la sociedad, se han reflejado en este apartado las características que rodeaban a las situaciones comunicativas desarrolladas en los relatos, ya que “El problema no está en las características del discurso, sino en que un discurso de tales características circule y se haga dominante”[4].

 

El elemento más llamativo que recorre todos los discursos, tanto hablados como cantados, de esta filmografía, es el uso del masculino genérico para referirse, tanto a hombres como a mujeres (por ejemplo, en La Sirenita, Úrsula le comenta a Ariel: "... para conseguir lo que quieres, debes convertirte en humano...", o en La Bella Durmiente, cuando hablan los padres sobre la boda de sus hij@s: "Los chicos necesitan un hogar propio, un sitio donde criar a sus polluelos...". En Pocahontas, se refieren a los "hombres blancos", no dejando lugar a las mujeres en su discurso. A lo largo de la historia siempre se ha dejado a un lado a la mujer, como si fuera un objeto que no merece mención ni relevancia. Revisados los diálogos, se comprueba que se habla del hombre, de volver a ser humano (aunque el comentario lo haga una mujer), pero en ninguna ocasión se utiliza el género femenino, comenzando de esta forma a sembrar la semilla patriarcal, que después de dos mil años aún persiste.

 

La elección dominante del hombre hacia la mujer queda clara en los comentarios de Gastón (en La Sirenita): "tengo los ojos puestos en ésa" quien ha de sentirse afortunada por el simple hecho de ser elegida: "... que tendrá la suerte de ser mi mujer".

 

Es más, en varios casos se hace referencia a las niñas, como "la otra opción". En La Bella Durmiente, comienza el cuento haciendo esta distinción: "Hacía muchos años que deseaban un hijo…”. Siempre y en primer lugar, se deja clara la estrategia sucesoria mediante el deseo manifiesto de tener un hijo varón a quien transmitir los poderes y los privilegios heredados; aunque para suavizar el hecho el nacimiento de una niña, el relato tiene que recurrir a calificativos como el de “linda niña”, ya que el apelativo de la belleza femenina, hace excusable y posible ese interés de los reyes hacia una sucesora hembra.

 

En los primeros comentarios de nuestras princesas queda patente la posición sumisa a la que las mujeres de la época se veían abocadas, simplemente por la necesidad de mostrar su perfil más femenino. De este modo, se observa el comentario de Blancanieves cuando llega a la casa de los enanitos y su exclamación "¡cuánto polvo" o "¡qué montón de platos sucios!... una a una va repasando las tareas domésticas que están descuidadas, con base en las que enumera sus hipótesis: ¿creéis que su madre?... a lo mejor no tienen madre... hasta llegar a ofrecer su trabajo a cambio de que la dejen alojarse en su casa "y, si dejáis que me quede, limpiaré la casa, fregaré y también cocinaré..." Y, es que, en 1937 ésta era la imagen de la mujer, posición que deja claro el relato de la película, pues cualquier salida de tono, hubiese sido considerada como "poco femenina[5]", aunque Mulán, pese a haberse estrenado en 1998, también comienza con un rosario de adjetivos, que vienen a ser las cualidades que toda mujer debe poseer: "callada y recatada, elegante, refinada, educada, delicada, desenvuelta, puntual..." y siempre dejando clara la posición de vasallaje en relación a los hombres: "para complacer a tu futuro suegro" (consejos para agradar y casarse).

 

El hecho de que a los hombres se les considere como "un premio", como "un fin" en sí mismos, se puede percibir en el ambiente que rodea a las hermanastras de Cenicienta cuando reciben la carta del príncipe, la madrastra comenta a sus hijas: "... aún puede ser que alguna de las dos gane..."  En La Sirenita, también se destaca este hecho, cuando Úrsula le comenta a Ariel: "... tendrás a tu Hombre... en la vida hay que tomar duras decisiones...".

 

Este modo de alcanzar el poder sólo se concibe para las mujeres, quienes simbólicamente están destinadas a la resignación, por lo que su única forma de ejercer ese poder, es difuminándose y ejercerlo así por delegación[6], la delegación que su príncipe les concederá cuando las adquiera como posesión, pasando éstas como "mujer de..." y ellos a erigirse en la solución de ellas. Por ejemplo, en La Bella Durmiente, cuando Maléfica tiene al príncipe prisionero y, en su visita, le recuerda su importancia como hombre "... estáis destinado a ser el héroe que haga realidad un bello cuento de hadas".

  

El aspecto físico y la apariencia femenina también son cualidades que se remarcan en los comentarios de las películas, además de estar justificada por hombres y mujeres como característica suficiente para cautivar a los hombres: en La Bella Durmiente se comenta "... y es realmente de asombrosa belleza" (motivo que ha hecho al príncipe enamorarse de ella). Las mujeres además repudian el aspecto "desaliñado" de Ariel, como algo reprobable en una "chica de bien" "una chica que aparece cubierta de harapos..." comentan las lavanderas, y, justifican que se pueda utilizar a otras mujeres, de mejor aspecto, por parte de los hombres: "conozco un par de chicas muy dispuestas...". 

 

El coqueteo insinuante femenino, se deja ver en varias de las mujeres, tanto princesas como personajes secundarios, La Bella y la Bestia, es quizás donde esta actitud destaque más: las mujeres intercambian saludos pícaros con los tenderos en el pueblo, pero cuando estos se exceden ellas les preguntan "¿... y su mujer?, bloqueando su "ataque", incluso en la "mujer plumero" aún sin hablar, pasea de un modo provocativo delante de sus compañeros.

 

En Aladdín, las frases del Sultán hacia su hija dejan ver un tono paternalista y protector de la que considera un ser inferior y a quien habrá que proporcionarle un futuro junto a un hombre que decida por ella: "quiero asegurarme de que alguien se ocupe de ti, que alguien te proteja...". De este modo se le impide afirmarse como sujeto, ya que se evitará en todo momento que tenga proyectos propios, arrojándola a subirse al carro de los que su esposo pueda tener.

 

Basándonos en la moral existencialista, con frases y planteamientos como éste, estaríamos condenando a las jóvenes a "no ser", ya que un sujeto se hace ser a través de lo que hace... y en este caso no se le ofrece un mundo abierto de posibilidades de libertad donde ésta y otras mujeres puedan sentirse realizadas; es más, al ser una falta moral infligida, se la condena a la frustración y a la opresión[7]. Pensamiento que es apoyado con la queja verbal de Jasmine: "... jamás he podido hacer nada por mí misma..." y con su posterior huída del palacio, en un acto de rebeldía que la hará toparse con Aladdín en el bazar y caer presa nuevamente de la inmanencia consentida.

 

En la postmoderna Tiana, también aparecen las armas femeninas de seducción, como algo natural; en este caso, Tiana conoce el truco de cómo atrapar a los hombres: "haciendo buñuelos caza-hombres" y se sabe conocedora del mismo, por lo que aconseja a Charlotte cómo hacerlo: "... a través de su barriga".  A Ariel, en cambio, se le tiene que asignar un ayudante (el cangrejo Sebastián) para estos menesteres. "Ahora tenemos que trazar un plan para que ese joven te bese, mañana cuando te lleve a esa excursión tienes que estar radiante...", armas con las que consiguen atrapar a los hombres[8]: "esta tarde por fin, pescan al príncipe... vamos que se casa" (La Sirenita).

 

Igualmente, en la independencia económica, se han comprobado diferentes estatus entre hombres y mujeres, ya que ni aún las princesas, teniendo una posición privilegiada, la tienen:

 

En Aladdín:

 

Tendero: "¡Será mejor que pueda pagar eso!"

Jasmine: "¿pagar?"... "yo nunca llevo dinero"

 

En La Sirenita:

 

            Úrsula: "... no hemos discutido la cuestión del precio" 

            Ariel: "yo no tengo dinero"

 

Y, si es para referirse al valor de las mujeres en sí mismas, se encuentran comentarios derrotistas[9] y cómplices del orden del mundo, como en el caso de  Mulán, que aún habiéndoles defendido de los hunos y admitida como heroína, se remarca con el comentario: "es una mujer, nunca valdrá nada aquí", que no hace más que asentir la profecía autocumplida de la debilidad de la complacencia, por un lado y, el cruel placer de desilusionar, por otro.

 

Por otro lado, la capacidad decisoria no es una característica en la vida de las princesas, aunque desde las primeras sumisas hasta las últimas más reaccionarias, sí se ha observado un cambio: al menos, se han dado cuenta de que no podían decidir. En lo referente a la manipulación machista, se puede observar la incertidumbre que produce en la persona de Pocahontas, el tener que tomar una decisión, para la que no tiene posibilidades de respuesta y se siente perdida. Y, es que tener que enfrentarse a una elección indeterminada o la decisión arbitraria (Spinoza) son el grado inferior de la libertad (citado en Agacinski, 1998, pág. 60).

 

Pocahontas le pregunta a su padre, cuando éste le ha buscado "marido": "¿Pero, por qué no puedo yo elegir?", sin embargo, en esta elección, por su parte, no se contempla la posibilidad de no tener que elegir a ningún hombre, ya que es mediante un hombre, como la mujer se siente completa. Jasmine también replica a su padre "jamás he podido hacer nada por mí misma...", cuando su padre está empeñado en casarla, hecho éste que además, se considera necesario porque "las mujeres necesitan protección[10]" [sic]: "... quiero asegurarme de que alguien se ocupe de ti... de que alguien te proteja..."; éste es el motivo por el que un buen padre, pretende asegurar el futuro de su hija, pues no cree que ella pueda ser capaz de valerse por sí misma; en Pocahontas, también se observa este instinto protector del padre hacia su hija.

 

Este discurso viene a encasillar y atrapar a las mujeres en unos esquemas mentales, en una violencia simbólica de la que se declaran sufridoras y que constituyen la base de las relaciones de dominación eterna, puesto que “los dominados aplican a las relaciones de dominación unas categorías construidas desde el punto de vista de los dominadores”  (Bordieu, 2000).

 

Directamente relacionado con este proteccionismo (por ejemplo, el príncipe Eric le dice a Ariel: "tranquila, yo voy a ayudarte") se encuentran el menosprecio hacia la mujer y los comentarios machistas por parte de personajes masculinos, algunos ejemplos son:

 

Gruñón (en Blancanieves y los siete enanitos) protagoniza varias escenas en las que sus opiniones sobre las mujeres transmiten una gran carga negativa, mediante la que se construirá una imagen empobrecida del perfil femenino en la incipiente mente infantil que los contemple: "¡Ehh, mujeres!... les dais la mano, y os cogen hasta el codo...” o “¡Argh, mujeres, son peores que un dolor de muelas!” o, para generalizar cómo son las mujeres: “¡es una mujer! y todas son como el veneno...”.

 

El desprecio y el poco valor concedido a la mujer por parte de los hombres también se pone de manifiesto en Cenicienta: cuando se presenta al baile del Príncipe, el Gran Duque va enumerando las características que deberá tener la mujer elegida: "... no sabe quién es, ni de dónde ha venido... ¡pero no le importa...! (la mujer es un ser relativo y queda claro que nada sobre sí misma es importante, excepto su capacidad reproductora). Este poco conocimiento que se necesita para "adquirir" a una mujer también se observa en Aurora (La Bella Durmiente)[11] y en Ariel (La Sirenita) cuando el príncipe no la reconoce... sólo se había fijado en su voz.

 

La pérdida de la voz en La Sirenita no es el único ejemplo de la llamada al silencio  hacia el género femenino, aunque sí el más grave y censurable cuando Úrsula dice que hablando mucho enfadas a los hombres..., ya en Aladdín se perfilan algunos trazos del silencio femenino, "Veo que os habéis quedado sin habla, una cualidad muy apreciada en una esposa" comenta en este caso el Visir cuando le propone a Jasmine que se case con él, o en Mulán cuando el emisario del emperador comenta: "Harías bien en enseñar a tu hija a contener la lengua en presencia de un hombre", incluso en Tiana y el Sapo se observa cómo a Charlotte le tapa la boca su padre para que se calle.

 

A través de las frases de las mujeres se puede observar la complicidad y el código interno que a éstas se les supone para conquistar al esperado hombre: “el secreto de mi madre… a través de su barriga”, “cuando una mujer dice luego, quiere decir en la vida”, etc. toda esta suerte de frases viene a suponer ese código secreto que de forma estereotipada se le concede a las mujeres[12].

 

También a los hombres se les asignan unos papeles que habitualmente se han inscrito en las operaciones de diferenciación simbólica y que tienden a acentuar su diferenciación sexual y su comportamiento masculino. Se pueden oír las letras de las canciones que interpreta el brujo cuando adivina el futuro de Naveen: “… tu madre te ha mangoneado… y si te casaras, tu mujer lo haría igual…”, estos mensajes vienen a reforzar la idea de los “ritos de separación” que tienen la función de emancipar al muchacho respecto de su madre y de asegurar su masculinidad progresiva, incitándole y preparándole para afrontar el mundo exterior (Bordieu, 2000, pág. 40).

 

Y avanzando hacia el aspecto más negativo del relato sexista, pasamos de la violencia simbólica a verdaderas escenas de violencia física, que no siendo exclusivas de las primeras películas, donde el contexto cultural e histórico pasaba por alto determinados comportamientos de agresión hacia las mujeres, sí se han visto reflejadas en proyecciones más cercanas en el tiempo. Pues no sólo recordamos cuando aquella inocente Blancanieves estuvo a punto de ser asesinada a manos del cazador, sino más adelante, las escenas violentas que exhibe Bestia cuando aporrea la puerta de Bella y termina diciéndole: ¡Muérete de hambre!, o también en Aladdín, cuando el Visir escupe en la cara de Jasmine, la arroja al suelo y después, como la más burda escena de violencia machista, le pide al genio que haga que Jasmine se enamore de él[13], ni qué decir de la agresividad desplegada hacia Mulán, al ser descubierta como mujer.

 

El personaje masculino de Gastón (en La Bella y la Bestia) posee todos los atributos del típico “Macho dominante” (como recuerda Giroux en Placeres Inquietantes: "Los problemas sociales, en este caso la violencia machista, requieren de un análisis que visibilice las operaciones de dominación", pág. 242).

 

Gastón es autoritario y engreído y recurre a todo tipo de poderes que le lleven a alcanzar sus deseos. Estas escenas no hacen más que confirmar las relaciones de dominación eternas a las que las mujeres, desde siempre han estado sometidas y, "... que son el producto de un trabajo continuado (histórico por tanto) de reproducción al que contribuyen unos agentes singulares (entre los que están los hombres, con unas armas como la violencia física y la violencia simbólica) y unas instituciones: Familia, Iglesia, Escuela, Estado" (Bordieu, 2000, pág. 50).

 

En similar escalafón violento, aparece La Bestia, a quien se le justifican sus malos modos por el hecho de estar hechizado y ser rico y la narración utilizará a Bella como mero objeto que a modo de paliativo sea usado para la sanación de La Bestia. A pesar de ser necesitada, en varias escenas del relato, Bella tendrá que ser salvada por el protagonista masculino, apareciendo la rutinaria situación pasiva de la mujer.

 

Todas estas escenas son desde luego  innecesarias para divertir en momentos de ocio, y no hacen más que empobrecer los mapas de significados y comportamentales de su joven audiencia.

 

  • Las canciones.       

 

Mediante el análisis de las canciones se han tenido en cuenta no sólo la letra y música de las canciones, sino qué personajes las interpretan, en qué contextos, cuál es el tono utilizado, en qué momento se interpretan, estatuto de los personajes implicados, a quién dirigen su singularidad, etc. para poner de manifiesto las interacciones sociales desarrolladas en la narración y que se camuflan en la situación comunicativa de la interpretación musical; por tanto, lo que se canta es tan importante como lo que se invisibiliza por medio de este canal de comunicación, todo lo que ha sido valorado a la hora de exponer los resultados.

 

La banda musical que acompaña a cada película viene a reforzar el papel comunicador del resto de elementos anteriormente analizados, apareciendo canciones que caracterizan a cada uno de los personajes y situaciones. Normalmente estas canciones suelen estar en sincronía con las interacciones sociales que se desarrollan en la pantalla, aunque atendiendo a ellas por separado, se pueden observar algunas interpretaciones desacordes con la carga afectiva que la escena representa. Por ejemplo, en Blancanieves y los siete enanitos llaman la atención las canciones y la música alegre que acompaña a este personaje en situaciones adversas o de una gran carga laboral: Silbando al trabajar.

 

En otros casos, se hace uso de la música subjetiva para hacer cómplice al espectador del ambiente emocional que se desea interpretar. Así, aparecen escenas como en el caso de La Sirenita, cuando todos los animales provocan la situación para que el príncipe Eric la bese y, donde se han encontrado estrofas sugerentes como:

 

"Ella está ahí... va callada pero ves que te habla su alma..."

"…su mirada lo dirá, no hacen falta palabras"

"… ella no te habló y nunca te hablará, si no la besas..."

 

Mensajes que acompañados de las miradas de sumisión de Ariel, consiguen la finalidad adiestradora y endulzada que Disney imprime a todas sus películas, donde la mujer tiene un papel secundario y de mero objeto, que no necesita hablar ni comunicarse[14] para conquistar a un hombre.

 

El escaso valor concedido a la mujer nuevamente, se puede observar en personajes secundarios como Gastón en La Bella y la Bestia, quien canta "... me dije a ésta atraparé", "… así pues con ella yo me casaré". Mediante las canciones también se transmite un mensaje masculinizante, ridiculizando en todo momento a las mujeres que no se ajustan a los cánones femeninos. Podemos oír mientras bañan a Mulán: "Ésta es la que debe arreglarse, pues vaya decepción… y ya tú vas a estar… con mis toques vas a entusiasmar… nombre y honra nos dará…". Incluso en el caso de Jasmine que ya es una princesa, se ha podido encontrar una paradoja entre la interpretación y los gestos de Aladdín: "Sucia rata, todo es falso, si me miran más de cerca, con los ojos de su corazón, hallarán un hombre bueno en mí..." ya que al final su mirada está puesta en la riqueza del Sultán y utilizará toda su pillería para conseguirlo, aunque tenga con ello que engañar a la princesa.

 

Queda claro el uso de la mujer como mercancía, ya sean príncipes o personajes secundarios, sus canciones irán hacia la "compra de mujeres". Ratcliffe en Pocahontas pensándose rico canta: "de vuelta al hogar... las damas, tal vez, me encuentren hermoso...". Los guerreros en Mulán también tienen semejantes aspiraciones, aunque esta vez lo que ellos ofrecen es su valentía: "El premio es tu dulce y linda flor", pero van más lejos, no les importa cómo sean (estamos como en el caso de Cenicienta), mas la cualidad de cocinera es primordial: "... da igual como ella pueda ser o como vista, pero al guisar que sea una artista...".

 

Como se observa, existen una gran cantidad de figuras diferentes a lo largo de las canciones y de la historia que transmiten unas "pautas educativas" evidentes, donde la mujer es transportada a un segundo o tercer plano. Véase la canción de La Bella Durmiente "viva el Rey, la Reina también".  O cuando en otras ocasiones, es silenciada, como el más claro ejemplo de La Sirenita, cuando la bruja del mar le pide su voz e interpreta esta canción:

 

"Hablando mucho enfadas a los hombres,

… se aburren y no dejas buen sabor,

… pues les causan más placer las chicas que tienen pudor

… admirada tú serás, si callada siempre estás…".

 

Por otro lado, resulta interesante reseñar cómo muchas de las divergencias que se observan en torno a los estereotipos vienen establecidas por el orden social. Se plantea el amor romántico asociado a la feminidad y quedan claro dualismos como: coquetería-despreocupación, obediencia-desobediencia, pasividad-actividad, belleza-fealdad, nobleza-rencor, etc. Por ejemplo, se puede oír la misma canción Dulce ruiseñor  interpretada por las feas hermanastras y por Cenicienta, rebosando la balanza Cenicienta en aspectos como la belleza, bonita voz y dulzura y, en el lado opuesto sus hermanastras. Todo lo que viene a reforzar unas dicotomías de género que a edades muy tempranas vendrán a configurar la personalidad del público infantil, sin apenas percibirlo.

 

Igualmente, la diferencia de roles femenino-masculino, se transmite en canciones como las que el pueblo canta en Mulán

 

"Los hombres luchan para honrar a nuestro emperador.

Las chicas le han de dar sus hijos con amor...".

 

También en la más reciente Tiana y el Sapo, se establece diferencia de cualidades en este sentido:

 

"Hay un sitio muy sureño, muy cerca de un río,

con mujeres bellas y caballeros finos...".

 

A todas luces, lo que se pone de manifiesto en estas representaciones musicales, es la capacidad comunicadora y transmisora que los excelentes arreglos musicales confieren a las escenas, dándoles ese toque emocional que hace percibir como humanas las experiencias representadas por los dibujos animados y que Disney utiliza para transmitir su ideología conservadora y sexista.

 


[1] Para Simone de Beauvoir hombre y mujer no son en absoluto iguales ante la libertad humana. El hombre parece nacer sujeto y activo (es lo mismo), trasciende espontáneamente la realidad dada, mientras que el destino biológico de la mujer la lleva a la pasividad (Agacinski 1998: 57).

[2] Es necesario discutir a Disney desde el discurso social, lo que significa ofrecer un análisis que fuerce el enfrentamiento entre el discurso cívico y la cultura popular. (Giroux, El ratoncito feroz: Disney o el fin de la inocencia, 2001, pág. 22)

[3] Nuevamente se ratifican las ideas de Beauvoir, quien encuentra un poder privilegiado del hombre sobre la existencia de la mujer: "El hombre soberano protegerá materialmente a la mujer súbdita y se encargará de justificar su existencia..." (Beauvoir, El segundo sexo - VI - Los hechos y los mitos, 1999, pág. 55). Y por este mismo motivo, "El hombre que considera a la mujer como una Alteridad encontrará en ella profundas complicidades".

[4] Extraído del artículo de Alonso, Luis Enrique. y Callejo, Javier: El análisis del discurso: del postmodernismo a las razones prácticas. Revista Española de Investigaciones Sociológicas nº 88, octubre-diciembre de 1999: 37-73. Centro de Investigaciones Sociológicas [publicación en línea]. Disponible en Internet:http://www.reis.cis.es/REIS/PDF/REIS_088_04.pdf (consulta 3 de mayo de 2010).

[5] La imagen de la mujer, su identidad, según Simone de Beauvoir, viene a representarse cuando es reconocida como su vasalla, considerándose que si realizare acciones que no se sometan a esta norma, será tachada de poco femenina (Beauvoir, 1999).

[6] Para Pierre Bordieu en La dominación masculina las mujeres ejercen el poder por delegación y a la discreción (pág. 47).

[7] En la introducción del ensayo de Beauvoir se hace saber que su investigación se va a llevar a cabo desde una perspectiva de la moral existencialista, cuyos presupuestos son: "Todo sujeto se afirma concretamente a través de los proyectos como una transcendencia. 2) Sólo hace culminar su libertad cuando la supera constantemente hacia otras libertades. 3) No hay más justificación de la existencia presente que su expansión hacia un futuro indefinidamente abierto. 4) Cada vez que la transcendencia recae en la inmanencia se da una degradación de la existencia "en sí", de la libertad en facticidad; esta caída es una falta moral si es consentida por el sujeto; si le es infligida, se transforma en una opresión; en ambos casos es un mal absoluto". (Beauvoir, El segundo sexo - Los hechos y los mitos, 1999, pág. 13). 

[8] Según Pierre Bordieu, la líbido dominandi hace que los hombres a diferencia de las mujeres, estén socialmente formados, para dejarse atrapar (pág. 96).

[9] “Las mujeres siguen estando habitualmente privadas del título jerárquico correspondiente a su función real. Los padres, profesores,... desalientan -mejor dicho, no animan- a las muchachas. La misma protección caballeresca puede servir para justificarla y contribuir para mantener al margen de cualquier contacto con todos los aspectos del mundo real "para los cuales no están hechas" Pierre Bordieu, en La dominación masculina (pág. 81) se refiere a la masculinidad como nobleza, no considerando positiva ninguna acción que en esencia o en potencia pueda ser realizada por ninguna mujer, es más, desanimándolas en todo momento.

[10]Si adjudicásemos a este hecho un valor causal, tendríamos la justificación (o el efecto) producida en las mujeres según Gilles Lipovetsky, "Se contentan con empleos subalternos, aceptan salarios inferiores, se sindican menos..." (La tercera mujer, pág. 139) Y, es que históricamente se han enviado mensajes directos o subliminales sobre la posición inferior y de sometimiento de la mujer, que es totalmente natural que no se contemple exigir mejores condiciones laborales, por considerarlo algo propio de su ser.

[11] El Príncipe y Aurora han bailado, paseado, cantado... y después de haberse enamorado, él le pregunta cómo se llama, quién es. ¿No debería ser al revés?

[12] Al estar simbólicamente destinadas a la resignación, las mujeres sólo pueden utilizar estas armas débiles: la magia, estrategias simbólicas para atraparles, toda una clase de símbolos y operadores míticos que consiguen acaparar la atención del hombre por el que serán dominadas (visión androcéntrica del poder por delegación concedido a la mujer según Bordieu, 2000 pág. 47).

[13] No hemos de olvidar que se trata de una película relativamente reciente, puesto que se estrenó en 1992 y que intenta aparecer como "moderna" incluyendo escenas donde las jóvenes visten con sujetadores y vestidos casi transparentes, enseñan el ombligo como las jóvenes americanas y tapan su cara como las mujeres árabes. No deja de ser una curiosa apariencia que Disney les da a las jóvenes, con lo que su cultura tampoco es tenida en cuenta y se transforman sus rasgos originales por otros que venden más.

 

[14] Esto queda claro en la canción de Úrsula bajo el mar, cuando le pide a cambio de su deseo de conquistar al Príncipe, que le dé su voz.

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